jueves, 25 de julio de 2013

El Viento Y El Lapiz

El frío comienza a caminar y se sienta al lado mío, bajo la sombra del árbol que adorna el desierto. El sol logra dar un pequeño abrazo de calor para poder mantener la vista, mientras la música sigue sonando, con esos suaves acordes de guitarra, calmos como el viento que me recorre y me abraza mientras estoy sentado en este asiento mirando a la nada. El paso de los autos cual recuerdo vago de ese momento en el que “todo tiempo pasado fue mejor”, deja un toque de amargura por las cosas que he dejado atrás, como una vida pasada que pareciera que no podré retomar. 

Es entonces en que, ante ciertas notas de la canción vuelvo a abrir mis ojos, que vuelven a inundarse de luz. Luz a la que pareciera que tenía miedo de ver por poder quedar ciego, a los segundos pareciera mostrar un camino que jamás había visto, pero que siempre ha estado ahí. Y luego puedo ver un lápiz. Y lo raro es que el lápiz empieza a escribir mientras baila al son del viento. ¿Es que acaso morí en un momento? ¿Acaso dormí tantos años? Sentía como si debiera terminar este exilio de una vez. 

Luego, por alguna razón, comencé a sentir como los recuerdos me inundaban, como estas sensaciones me generaban cierta angustia, mientras el cielo se dividía en un lugar en que el sol flotaba con las nubes, y otro en que las estrellas iluminaban el mundo. ¿Cuánto tiempo permaneció cerrado este país? ¿Cuándo convertí a la esperanza en un documento archivado en una carpeta debajo de una piedra? Entonces lo comprendí. Pude incluso calcular el tiempo que permaneció ahogado ese grito en el interior de mi alma, en que el sonido no tuvo ningún valor. Estas sensaciones eran mías, era el yo que fui, y el que siempre quise ser… pero aún me eran ajenas éstas. 

Pero, si aún conservaba estos recuerdos ¿para qué me servirían? ¿Qué podría hacer con ellos? Ya era alguien diferente, estaba a un paso de lo que la gente llamaba madurar, de caer en el juego que siempre odié, y ya no importaba nada, habría que seguir adelante. Los sueños ya no importaban, lo importante ahora era sobrevivir… Espera, yo nunca había hablado así ¿dónde habían quedado las alegrías y las esperanzas, los sueños y lo ideales, las tristezas y las granas de seguir adelante? ¿Olvidé los sueños de los demás? Y más importante ¿Olvidé mi sueño de luchar por los sueños de los demás? ¿Acaso nada de esto importaba ya? ¿Cómo era posible que olvidara quién era yo, y me dejara convertir en esto? 

Las hojas siguen cayendo, los árboles con sus ramas se mueven mientras se integran al todo de la existencia, notando que mi existencia se hacía aún más ajena. La tristeza por dejar de ser me impidió por mucho la posibilidad de disfrutar mientras soy, y de luchar por quién quiero ser… 

No. No más. Se acabó el encierro en estas paredes de papel, el lamento y la autocomplacencia. Mis pulmones vuelven a llenarse de ese frío aire de esta época, y la dulce brisa vuelve a abrazarme, que aunque pareciera todo en su ocaso, siempre la vida se mantiene, y siempre hay camino que recorrer. Y el cantar de las aves me demuestra que no estoy solo en la existencia, porque soy parte de ella. Existo, y por eso debo volver a nacer para retomar quien era, y que se convierta en un “quien soy”. 

Entonces, a lo lejos, una silueta de alguien se acercaba hacia mí, , me costó bastante poder darme cuenta que ese era yo, pero no era yo mismo, era el yo de antes, pero más grande. Era distinto, era una mezcla entre el yo que era y el que quería ser. Era como si una parte de mí se hubiera ido a recorrer otros mundos y volviera para contar de sus viajes. Solo se paró frente a mí y dijo “Hoy te toca a ti recorrer tu camino”, tomó el lápiz, y escribió en un cuaderno que estaba al lado de una puerta que no había podido ver antes. Luego apuntó a la puerta y me dijo “ahí afuera volverás a ser tú”

Muy bien, es hora de ver qué es lo que tiene la vida para vivir...

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