jueves, 23 de diciembre de 2010

Miradas

- ¡Vamos Hombre! Ve hacia allá.
- Pero, si aun no sé qué hacer ¿Qué le digo?
- Solo se honesto, no hagas cosas estúpidas.
- ¡Está Bien! Vamos a ver qué pasa.

Nunca fue un hombre muy decidido. Muchos podrán decir que fue el alcohol lo que lo motivó… pero él no toma.

Se acercó firmemente hacia ella. Su tierno y angelical rostro realmente tenía algo que le llamaba la atención. Pero no fue hasta estar realmente frente a ella cuando cambiaron las cosas.

Sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Llegó a sentirse muy débil. Pero al mismo tiempo sintió unos brazos que lo apretaban, que lo protegían, que lo querían. Entonces pudo ver más allá; logró verse junto a ella. Nunca nadie podría explicárselo, pero en una mirada el cayó rendido a sus pies; pero sintió como si ella lo ayudara a levantarse, y recorrieran largos caminos juntos…

Entonces despertó, y cuando se dio cuenta que aun estaba frente a ella. No había pasado ni un solo segundo. Aun permanecía ahí parado, y solo se atrevió a decir unas palabras que pensó que algún día se arrepentiría de decirlas:

- Hola, disculpa; se que sonará muy raro, pero solo quería decirte que eres la mujer más hermosa del mundo. Eso solamente, no te molesto más, fue un gusto conocerte.

A pesar de todo el ruido del lugar, ella logró escuchar claramente. Él dio media vuelta, y volvió donde estaban sus amigos. Solo pudo decir que sintió algo muy extraño frente a ella. Ellos solo trataron de apoyarlo. Para todos pareció un gran esfuerzo ser así de honesto en su vida. Pero de un momento a otro, se dio cuenta que todo había valido la pena. Sintió como alguien le tocaba la espalda, y al darse vuelta, solo pudo percatarse que esa persona era la misma chica, antes que ella se lanzara sobre sus brazos. El solo pudo reaccionar a abrazarla, cuando ella le susurró al oído “Tranquilo, si yo también me vi junto a ti al mirarte”, y se besaron en una imagen que ellos jamás olvidarían… ni siquiera después de 40 años de casados, por las calles de París.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Grito desde el vacío

El frio camino ya comienza a ser aburrido… parece no haber mucho por estos lados… el camino recorrido todos los días, las calles rodeadas de edificios iluminados parece un desierto, un pueblo fantasma, lleno de seres muertos, zombis que parecen haber perdido por la evolución de la sociedad algo tan esencial que la misma evolución nos ha dado: la sensibilidad y las emociones, el razonamiento y la búsqueda de ideales… pero esto parece haber muerto… tal vez incluso en mi…

Un año, un mundo, un puñal en el corazón; y un tonto que aun no siente ese dolor que por lo menos le diría que está vivo, trataría de buscar la solución a sus problemas. Pero esto parece ser una lucha sin sentido. Un zombi más en las calles, que por dentro se lucha una épica batalla sin rendición para mantener vivo eso que lo podría hacer llamar “humano”. Algo nunca estuvo bien. Nunca se entendió la diferencia entre el individuo y el egoísmo.

Uno a uno los pensamientos agradables, los recuerdos, las alegrías, la felicidad ilógica y libre… va perdiendo el sentido hasta apagarse… incluso en mi corazón. El malvado reinado de la razón pura va abriéndose paso en alguien que pudo decir a alguna otra persona “te amo”… ¿qué es eso? ¿Una clase de patología? ¿O la verdadera identidad del hombre?

Es raro. El concepto de “dar hasta que duela”, de sentir que la solidaridad es una buena profesión, es bastante aceptado. Pero sin dar ni siquiera a mí, el dolor es insoportable. El camino de dejar a un lado los problemas, resolver los problemas del otro, y encontrar en estos las soluciones a los propios problemas, es una idea que siempre me ayudó a crecer. Hoy, lo que perdí de mi fue grande. Lo más valioso perdido fue esta idea. La humanidad siempre la olvidaba, y quien se la recordaba era asesinado. Si tuviera que arrepentirme o avergonzarme de algo, creo que sería de ser un humano. Claro, bajo el concepto que la sociedad impuso, y en toda su historia.

Aun así, sigo siendo alguien que no se rinde. Sigo siendo el mismo inmaduro que cree en la esperanza, en la solidaridad, y que el hombre alcanzará su paz. Tal vez no tenga ideología en este momento, pero sé lo que quiero. Aun soy un ser existente en mi propio universo; aunque no esté vivo en el mundo, si lo estoy en mi mundo. Solo una sensación, un romance, una arenga, una consigna o una lágrima me harán levantarme para conquistar mi mundo. La imaginación no tiene límites… menos el mundo.

Solo espera por mí, mundo, porque el día que vuelva a tomar mis armas, llevaré a la humanidad a conocer sus infinitas fronteras.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Lluvia en mi Corazón

Apoyado en la ventana, veía ese manto cubrir el patio. Sentía como lo abrazaba y cobijaba ese estruendoso y cariñoso ruido. Su mente de seis años no podía asimilar como no podía salir a jugar bajo la lluvia, pero la tía del jardín le decía que se iba a mojar entero, que su ropa quedaría toda húmeda, que se resfriaría, y otras cosas que no podían convencerlo. Solo podía pensar en lo feliz que sería corriendo bajo la lluvia, y chapoteando en el agua, mojándose y sintiendo el frio entrar en sus venas, y como el frío lo cobijaba y lo abrigaba.

En ese momento, a esa edad, comprendió que la gente le tenía miedo a cosas que no había por qué temerle, sino que disfrutar de ellas. Supo que habían cosas que Dios creó para que la vida fuera más plena y más bella; que ayudaban a crecer como persona; que purificaban la mente, cuerpo y alma… y que viviendo de ellas uno podía ser una persona plena. Podía decir que tenía vida.

En ese momento, la tía fue a ver a otro niño que se cayó; y en ese instante corrió hacia la puerta, la abrió, y salió corriendo hacia el patio. Sentía como el agua corría por su infantil rostro, lo cubría entero. Se sentía absolutamente libre, bajo un regalo de Dios para un niño que aun cree en las cosas bellas de la vida. Recordaba incluso los días en que con sus padres jugaban bajo la lluvia, como disfrutaban revolcándose en el pasto mojado, jugando a la pelota, tirándose el agua de los charcos en su casa, y quedándose quietos bajo el agua con los ojos cerrados meditando… una de las cosas que su padre le enseñó desde muy pequeño, y que ahora supo lo bueno que era…

“¡Salve, Lluvia, que purificas nuestras almas de la penumbra de este mundo, iluminando nuestros corazones! ¡No existirá regalo divino más grande que la paz que puedes brindar a los hombres! ¡Ninguna persona en este planeta imaginó algo más hermoso, ni encontrará la forma de pagar este don a la Madre Naturaleza! ¡Jamás habrá premio más grande a la libertad del alma y a la pureza del corazón, mientras sacas lo malo de nuestro ser!”

Y cuando creía que ese instante no podría ser más hermoso…

De un momento a otro, sintió como unas suaves manos, también mojadas, tomaban las de él, subían hasta su rostro… y sintió como los labios más dulces del mundo cubrían los de él. Este momento no podía ser mejor… ¡Era Perfecto!

En ese momento abrió sus ojos, y vio a su amada abrazándolo bajo la lluvia; cómo la lluvia caía como las Cataratas del Iguazú sobre su pelo.
- No te estés mojando aquí. Vamos a clases, que el profesor de semiología ya llegó.
- Eres la lluvia en mi corazón…
- Yo también te amo…