martes, 30 de marzo de 2010

Sobrevivientes (1º parte)

Un dolor en el rostro era lo que más marcaba esta excursión. Dolor por las constantes tormentas de arena, por el sol que pegaba tan fuerte, por el cansancio por tantos días de caminata, lejos del refugio donde habían pasado tantos años esperando, a pesar que muchos ya habían perdido la esperanza. Llevaban ya varios kilómetros lejos del refugio, del lugar que los cobijó y los vio crecer hasta convertirse en los adultos que hoy son, que parecen perder toda la vitalidad que pudieron obtener en su ahora ex hogar. Llevaban 10 días caminando por el desierto, y aun no encontraban ni un solo rastro de vida, solo este eterno paisaje arenoso que quería verlos muertos, pero ellos seguían y seguían caminando, sin perder la fe en que podrían encontrar algún lugar para poder vivir. Una chica perseverante, alegre y siempre preocupada por los demás; Liu había aprendido todo sobre el arte de la medicina de su padre, venía de lo que antes era Corea del Norte. Malacky, hijo de un soldado de elite de la desaparecida república de Israel, su padre lo entrenó para la sobrevivencia y para situaciones difíciles, en especial en caso que los recursos se agotaran… su difunto padre no sabría cuanto necesitaría ese adiestramiento en este momento.

Con tantos días caminando, y sin nada que hacer más que caminar y conversar, a ambos los asaltó el recuerdo de cómo llegaron a ser los elegidos en esta misión, y la respuesta fue una sola: eran los únicos con esperanza. Después de muchos días de discusión, luego de haber perdido las comunicaciones con los otros ocho refugios que quedaban en el mundo para los sobrevivientes del gran desastre del 2047, sabiendo que después de haber pasado casi veinte años escondidos, decidieron que era mejor buscar algún lugar habitable, antes que esperar a que los salvaran, siendo que solo quedaban recursos para seis meses, o como máximo un año. Fueron estos dos chicos los que tuvieron que salir a buscar un lugar nuevo para vivir. Llevaron solo lo necesario para poder desplazarse rápido, y poder guiarse en un camino de vuelta. Solo encontraron un problema, y era que como mucho los alimentos y el agua les alcanzarían para quince días, y ya estaban demasiado cansados.

Desde varios días antes de la expedición, la tormenta de arena azolaba todo el desierto, y aun no cesaba. Apenas pudieron distinguir el refugio unos kilómetros después de salir de él. Ya estaba anocheciendo, pero a pesar de la poca luz, pudieron ver un lugar para dormir esa noche. Al otro día, milagrosamente, la tormenta había cesado; y cuando fueron a ver donde se habían refugiado se dieron cuenta que era una cueva en una montaña: habían llegado a una cordillera. Luego, cuando se dieron cuenta, la cueva era más profunda de lo que pensaban, así que decidieron seguir hacia adentro, pensando que podrían encontrar algún lugar al otro lado de esa cordillera, por lo que se aventuraron hacia el túnel, sin saber qué tipo de sorpresas les esperaban...

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